Traducción del discurso de Steve Jobs

Discurso que Steve Jobs, CEO de Apple Computer y de Pixar Animation Studios, dictó el 12 de
Junio de 2005 en la ceremonia de graduación de la Universidad de Stanford.
“Tienen que encontrar eso que aman”
Me siento honrado de estar con ustedes hoy en su ceremonia de graduación en una de
las mejores universidades del mundo. Yo nunca me gradué de una universidad. La verdad
sea dicha, esto es lo más cerca que he estado de una graduación. Hoy deseo contarles tres historias de mi vida. Eso es. No es gran cosa. Sólo tres historias.
La primera historia se trata de conectar los puntos
Me retiré del Reed College después de los primeros 6 meses y seguí yendo de modo
intermitente otros 18 meses o más antes de renunciar de verdad. Entonces ¿por qué me
retiré?.
Comenzó antes de que yo naciera. Mi madre biológica era joven, estudiante de
universidad graduada, soltera, y decidió darme en adopción. Ella creía firmemente que debía ser adoptado por estudiantes graduados. Por lo tanto, todo estaba arreglado para que apenas naciera fuera adoptado por un abogado y su esposa; salvo que cuando nací, decidieron en el último minuto que en realidad deseaban una niña. De ese modo, mis padres que estaban en lista de espera, recibieron una llamada en medio de la noche preguntándoles: “Tenemos un niño no deseado; ¿lo quieren?”. Ellos dijeron “Por supuesto”.
Posteriormente, mi madre biológica se enteró que mi madre nunca se había graduado de
una universidad y que mi padre nunca se había graduado de la enseñanza media. Se negó a firmar los papeles de adopción definitivos. Sólo cambió de parecer unos meses más tarde cuando mis padres prometieron que algún día yo iría a la universidad.
Luego a los 17 años fui a la universidad. Sin embargo, ingenuamente elegí una
universidad casi tan cara como Stanford y todos los ahorros de mis padres de clase obrera fueron gastados en mí matrícula. Después de 6 meses yo no era capaz de apreciar el valor de lo anterior. No tenía idea de lo que quería hacer con mi vida y no tenía idea de la manera en que la universidad me iba a ayudar a deducirlo. Y aquí estaba yo, gastando todo el dinero que mis padres habían ahorrado durante toda su vida. Así que decidí retirarme y confiar en que todo iba a resultar bien. Fue bastante aterrador en ese momento, pero mirando hacia atrás fue una de las mejores decisiones que tomé. Apenas me retiré, pude dejar de asistir a las clases obligatorias que no me interesaban y comencé a asistir irregularmente a las que
se veían interesantes.
No todo fue romántico. No tenía dormitorio, dormía en el piso de los dormitorios de
amigos, llevaba botellas de Coca Cola a los depósitos de 5 centavos para comprar comida y caminaba 11 kilómetros, cruzando la ciudad todos los domingos en la noche para conseguir una buena comida a la semana en el templo Hare Krishna. Me encantaba. La mayor parte de las cosas con que tropecé siguiendo mi curiosidad e intuición resultaron ser inestimables posteriormente. Les doy un ejemplo: en ese tiempo Reed College ofrecía quizás la mejor instrucción en caligrafía del país. Todos los afiches, todas las etiquetas de todos los cajones estaban bellamente escritos en caligrafía a mano en todo el campus. Debido a que me había retirado y no tenía que asistir a las clases normales, decidí tomar una clase de caligrafía
para aprender. Aprendí de los tipos serif y san serif, de la variación de la cantidad de espacio entre las distintas combinaciones de letras, de lo que hace que la gran tipografía sea lo que es. Fue hermoso, histórico, artísticamente sutil de una manera en que la ciencia no logra capturar, y lo encontré fascinante.
Nada de esto tenía incluso una esperanza de aplicación práctica en mi vida. No obstante, diez años después, cuando estaba diseñando la primera computadora Macintosh, todo tuvo sentido para mí. Y todo lo diseñamos en la Mac. Fue la primera computadora con una bella tipografía. Si nunca hubiera asistido a ese único curso en la universidad, la Mac nunca habría tenido tipos múltiples o fuentes proporcionalmente espaciadas. Además, puesto que
Windows sólo copió la Mac, es probable que ninguna computadora personal la tendría. Si nunca me hubiera retirado, nunca habría asistido a esa clase de caligrafía, y las
computadoras personales no tendrían la maravillosa tipografía que tienen. Por supuesto era imposible conectar los puntos mirando hacia el futuro cuando estaba en la universidad. Sin embargo, fue muy, muy claro mirando hacia el pasado diez años después.
Reitero, no pueden conectar los puntos mirando hacia el futuro; solamente pueden
conectarlos mirando hacia el pasado. Por lo tanto, tienen que confiar en que los puntos de alguna manera se conectarán en su futuro. Tienen que confiar en algo – su instinto, su destino, su vida, su karma, lo que sea. Esta perspectiva nunca me ha decepcionado, y ha hecho la diferencia en mi vida.
La segunda historia es sobre amor y pérdida Yo fui afortunado – descubrí lo que amaba hacer temprano en la vida. Woz y yo comenzamos Apple en el garage de mis padres cuando tenía 20 años. Trabajamos duro y en
10 años Apple había crecido a partir de nosotros dos en un garage, transformándose en una compañía de US$2 mil millones con más de 4.000 empleados. Recién habíamos presentado nuestra más grandiosa creación – la Macintosh – un año antes y yo recién había cumplido los 30. Y luego me despidieron. ¿Cómo te pueden despedir de una compañía que comenzaste? Bien, debido al crecimiento de Apple contratamos a alguien que pensé que era muy talentoso para dirigir la compañía conmigo, los primeros años las cosas marcharon bien. Sin embargo, nuestras visiones del futuro empezaron a desviarse y finalmente tuvimos un tropiezo. Cuando ocurrió, la Junta del Directorio lo respaldó a él. De ese modo a los 30 años estaba afuera. Y muy publicitadamente fuera. Había desaparecido aquello que había sido el centro de toda mi vida adulta, fue devastador.
Por unos cuantos meses, realmente no supe qué hacer. Sentía que había decepcionado a
la generación anterior de empresarios – que había dejado caer el testimonio cuando me lo estaban pasando. Me encontré con David Packard y Bob Noyce e intenté disculparme por haberlo echado a perder tan estrepitosamente. Fue un absoluto fracaso público e incluso pensaba en alejarme del valle. No obstante, lentamente comencé a entender algo – Yo todavía amaba lo que hacía. El revés ocurrido con Apple no había cambiado eso ni un milímetro. Había sido rechazado, pero seguía enamorado. Y así decidí comenzar de nuevo.
En ese entonces no lo entendí, pero sucedió que ser despedido de Apple fue lo mejor
que podía haberme pasado. La pesadez de ser exitoso fue reemplazada por la liviandad de ser un principiante otra vez, menos seguro de todo. Me liberó para entrar en uno de las tapas más creativas de mi vida. Durante los siguientes cinco años, comencé una compañía llamada NeXT, otra compañía llamada Pixar, y me enamoré de una asombrosa mujer que se
convirtió en mi esposa. Pixar continuó y creó la primera película en el mundo animada por computadora, Toy Story, y ahora es el estudio de animación más exitoso a nivel mundial. En un notable giro de los hechos, Apple compró NeXT, regresé a Apple y la tecnología que desarrollamos en NeXT constituye el corazón del actual renacimiento de Apple. Además, con Laurene tenemos una maravillosa familia. Estoy muy seguro de que nada de esto habría sucedido si no me hubiesen despedido de Apple. Fue una amarga medicina, pero creo que el paciente la necesitaba. En ocasiones la vida te golpea con un ladrillo en la cabeza. No pierdan la fe. Estoy convencido que lo único que me permitió seguir fue que yo amaba lo que hacía. Tienen que encontrar eso que aman. Y eso es tan válido para su trabajo como para sus amores. Su trabajo va a llenar gran parte de sus vidas y la única manera de sentirse realmente satisfecho es hacer aquello que creen es un gran trabajo. Y la única
forma de hacer un gran trabajo es amando lo que hacen. Si todavía no lo han encontrado, sigan buscando. No se detengan. Al igual que con los asuntos del corazón, sabrán cuando lo encuentren. Y al igual que cualquier relación importante, mejora con el paso de los años. Así que sigan buscando hasta que lo encuentren. No se detengan.
La tercera historia es sobre la muerte
Cuando tenía 17 años, leí una cita que decía algo parecido a “Si vives cada día como si fuera el último, es muy probable que algún día hagas lo correcto”. A mí me impresionó y desde entonces, durante los últimos 33 años, me miro al espejo todas las mañanas y me pregunto: “Si hoy fuera en último día de mi vida, ¿querría hacer lo que estoy a punto de hacer hoy?” Y cada vez que la respuesta ha sido “No” por varios días seguidos, sé que necesito cambiar algo.
Recordar que moriré pronto constituye la herramienta más importante que he
encontrado para ayudarme a decidir las grandes elecciones de mi vida. Porque casi todo – todas las expectativas externas, todo el orgullo, todo el temor a la vergüenza o al fracaso – todo eso desaparece a las puertas de la muerte, quedando solamente aquello que es realmente importante. Recordar que van a morir es la mejor manera que conozco para evitar la trampa de pensar que tienen algo que perder. Ya están desnudos. No hay ninguna razón para no seguir a su corazón.
Casi un año atrás me diagnosticaron cáncer. Me hicieron un scanner a las 7:30 de la
mañana y claramente mostraba un tumor en el páncreas. Yo ni sabía lo que era el páncreas.
Los doctores me dijeron que era muy probable que fuera un tipo de cáncer incurable y que mis expectativas de vida no superarían los tres a seis meses. Mi doctor me aconsejó irme a casa y arreglar mis asuntos, que es el código médico para prepararte para la muerte.
Significa intentar decirle a tus hijos todo lo que pensabas decirles en los próximos 10 años,
decirlo en unos pocos meses. Significa asegurarte que todo esté finiquitado de modo que sea lo más sencillo posible para tu familia. Significa despedirte.
Viví con ese diagnóstico todo el día. Luego al atardecer me hicieron una biopsia en que introdujeron un endoscopio por mi garganta, a través del estómago y mis intestinos, pincharon con una aguja mi páncreas y extrajeron unas pocas células del tumor. Estaba sedado, pero mi esposa, que estaba allí, me contó que cuando examinaron las células en el
microscopio, los doctores empezaron a llorar porque descubrieron que era una forma muy rara de cáncer pancreático, curable con cirugía. Me operaron y ahora estoy bien.
Fue lo más cercano que he estado a la muerte y espero que sea lo más cercano por unas
cuantas décadas más. Al haber vivido esa experiencia, puedo contarla con un poco más de certeza que cuando la muerte era un útil pero puramente intelectual concepto:
Nadie quiere morir. Incluso la gente que quiere ir al cielo, no quiere morir para llegar allá. La muerte es el destino que todos compartimos. Nadie ha escapado de ella. Y es como debe ser porque la Muerte es muy probable que sea la mejor invención de la Vida. Es el agente de cambio de la Vida. Elimina lo viejo para dejar paso a lo nuevo. Ahora mismo, ustedes son lo nuevo, pero algún día, no muy lejano, gradualmente ustedes serán viejos y
serán eliminados. Lamento ser tan trágico, pero es muy cierto.
Su tiempo tiene límite, así que no lo pierdan viviendo la vida de otra persona. No se
dejen atrapar por dogmas – es decir, vivir con los resultados del pensamiento de otras
personas. No permitan que el ruido de las opiniones ajenas silencien su propia voz interior. Y más importante todavía, tengan el valor de seguir su corazón e intuición, que de alguna
manera ya saben lo que realmente quieren llegar a ser. Todo lo demás es secundario.
Cuando era joven, había una asombrosa publicación llamada The Whole Earth Catalog,
que era una de las biblias de mi generación. Fue creada por un tipo llamado Steward Brand
no muy lejos de aquí en Menlo Park, y la creó con un toque poético. Fue a fines de los 60,
antes de las computadoras personales y de la edición mediante microcomputadoras, por lo
tanto, en su totalidad estaba editada usando máquinas de escribir, tijeras y cámaras
polaroid. Era un tipo de Google en formato de edición económica, 35 años antes de que
apareciera Google: era idealista y rebosante de hermosas herramientas y grandes
conceptos.
Steward y su equipo publicaron varias ediciones del The Whole Earth Catalog, y luego
cuando seguía su curso normal, publicaron la última edición. Fue a mediados de los 70 y yo
tenía la edad de ustedes. En la tapa trasera de la última edición, había una fotografía de una
carretera en el campo temprano en la mañana, similar a una en que estarían haciendo dedo
si fueran así de aventureros. Debajo de la foto decía: “Manténganse hambrientos.
Manténganse descabellados”. Fue su mensaje de despedida al finalizar. Manténganse
hambrientos. Manténganse descabellados. Siempre he deseado eso para mí. Y ahora,
cuando se gradúan para empezar de nuevo, es lo que deseo para ustedes.
Permanezcan hambrientos. Permanezcan descabellados.
Muchas gracias.

Algo que decir

Algo que Decir(2011)...es un disco que surge de la impotencia de hacerte escuchar frente a políticos, gente de miérda que anda dando vuelta por este mundo. Es un disco que congrega a los mejores artistas de la música que se han rebelado con los poderes de gobierno y han hecho sus letras puñales para herir a los sin memoria.

Algo que Decir (2011) es el primero de los disco que van a salir este año con diferentes mensajes. En esta oportunidad ¡Al gran prueblo Argentino Salud! pensado para nosotros, para los Argentinos, que tengamos memoria de aquellos que nos robaron, nos asesinaron, destruyeron nuestros ideales. Aquellos que odian a los que piensan distinto.

¡Al gran pueblo Argentino Salud! primero disco de Algo que Decir (2011) tiene un mensaje claro en sus letras. Por eso junto al CD también encontrarán las letras de cada tema que fueron elegidos estratégicamente desde su ubicación y su versión en vivo. Recomiendo leer atentamente cada letra. Ya que es un mensaje directo del escritor a vos. También encontrarán incorporado al CD los videos de cada tema en vivo.




Detalles técnicos:

Formato: MP3
Birate: 320 Kbps
Año: 2011
Por: Leo Condorí
Sitio: http://www.leocondori.com.ar

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El viejo Felipe

Luego de muchos años llegó a la vieja estación que ya no funciona, el viejo Felipe.

El pibe se acerca como lo hizo una y mil veces en aquella estación, ya no está el guarda. Ya no está el diariero ni mucho menos el cafetero. Hoy es él y la estación. El vacío parece reemplazar lo que alguna vez sonó con hondura en sus oídos. El nene se sienta, piensa, llora, ya no le importa el tiempo, porque aprendió a perderlo con sabiduría. Nadie le preguntará si está perdido.

No importa el tiempo transcurrido cuando este se detuvo en momentos inolvidables. Felipe está preso del aire y de la nada misma. De golpe todo parece tomar color. Aquello que estaba viendo lo comenzó a oír. Y casi como un juego de ajedrez el tablero de la vida quedó completo. De pronto alguien le toca la espalda y hace que el pequeño Felipe se incorpore lentamente, por su vestimenta el niño no parecía alguien de la calle. Su jardinero de corderoi marrón y voina al tono hace indicar que es un nene.

- ¿Cuánto cuesta la lustrada pibe! Sonó inmediatamente al ver los ojito mojados de Felipe.
Felipe contestá: - ¡ $5 señor!
- ¡Adelante, rápido! que el próximo tren está próximo.

Mientras comenzó a lustrar aún en estado de shock su mente le sugirio el camino del recuerdo.
Había hecha tantas veces ese trabajo que casi no era necesario estar concentrado para un acabado impoluto. Se imaginó llegando a su casa con un regalo en la palma de su mano pero su madre que por desgracia duerme los sueños eternos jamás lo recibiría.
El sonido penetrante de la locomotora lo trae de nuevo a la estación.

- ¡Listo Señor!, mirándo con una sonrisa finjida a su cliente desconocido.
- ¡Toma tu paga niño!. Soltó el cliente sin mirarlo y prestando atención en butaca se sentaría.

Al viejo Felipe se le cae una lágrima que se desliza por las canalestas que la piel le forma al rededor de los ojos.

El niño mira nuevamente a los transeúntes. Y siente envidia de aquellos que son libres. Se desconcentra por un momento y vuelve a quedar mirando ese señor que acaba de atender y nota que le ha dado diez pesos por su trabajo.

La locomotora ya comenzó a girar lentamente para comenzar su rutina cíclica. Corriendo con todas sus fuerzas Felipe con sus piernitas cortas intentaba llamar la atención de su cliente. Más no lo lograba. Decidió entonces treparse a la unidad. Lo logró con cierto riesgo. No tenía nada que perder.

- ¡Señor disculpeme, me he quedado con su dinero, discúlpeme por favor! mientras tomaba aire.
El cliente no parecía prestarle atención a la alarmante forma de expresarse de aquel niño.

Sin sacar la mira del horinzonte que ya se dibuja a los laterales del tren le pidio a Felipe que se sentara frente a él. Pasaron 30 minutos sin emitir sonido. Felipe se comenzó a preocupar.

Hasta que al fín el cliente lo miró y le dijo que era un ladrón. Felipe levantó la cabeza rápidamente, pero al ver la furia del señor se intimidó.

- Señor se que he fallado, discúlpeme, por favor (entre sollozo).
- Te perdonaré, pero tendrás tu castigo.

Felipe, solo, indefenso, pensó en salir corriendo pero el señor no le asustaba, solo el tono en que las decía.

De repente rompe esa tensa atmósfera un señor vestido de negro que pide los boletos.

El señor metiendo su mano derecha en su saco arrebata su boleto.

- ¿Y el tuyo niño? - dijo el guarda.

Felipe otra vez deseo tener familia para que lo protegiera. Pero esta vez se quedó callado, la situación lo había superado.

- Disculpe señor, momentos antes de llegar aquí he visto que ustes hablaba con el niño, ¿viene con usted?. Dirigiéndose al cliente.

- No, este niño simplemente es un ladrón.

Felipe estalló en llanto inmediato. Quizó salir corriendo pero el guarda envolvió su bracito con sus dedos gruesos.

- ¡Dónde vas pequeño bribón!.

- ¡Suélteme!; ¡Suélteme! por favor, por favor. ¡Mamá!, ¡mamita ayudame por favor!.

- El cliente volvió rápidamente la mirada hacia el pequeño Felipe y con ansias le preguntó: ¿Qué estás diciendo niño, tu madre vive, (nervioso)...está aquí.?

- Sí, ella siempre está conmigo, el día que murió me prometió que siempre estaría conmigo y ella es la que me obligó a venir hasta aquí a devolver su dinero. No soy un ladrón -entre llanto retrucó Felipe-.

- ¡Bueno basta de preguntas! -replico el guarda con el seño fruncido.

- ¡Cálmese por favor! - dejando una pausa- yo pagaré por el niño retrucó el cliente.

Mirando hacia Felipe el guarda le dijo: - Tienes suerte pequeño. Y lo soltó.
Felipe tomando coraje preguntó a el guardo por el importe del boleto. El guarda le contestó que era de $2.50, pero en concepto de multa sería el doble.
Felipe sacando rápidamente el billete que había hechos un bollito, lo estiró con la palma de su mano sobre su pecho y se lo entregó al guarda. Felipe recibió su vuelto, inmediatamente le entregó esos $5 pesos a cliente.
Con una sonrisa le dijo - Tomé su dinero, yo no soy un ladrón. Ahora usted me debe $5 por obligarme a subirme a un tren sin pasaje.
Las hablidades comerciales de Felipe le hicieron sentir un orgullo fraternal. Pero lo quizo disimular.
- Niño, no me faltes el respeto.
- Señor, no le estoy faltando el respeto. Sólo le digo lo que me parece justo.
- ¿¡Justo!?. ¿Cómo un niño puede saber diferneciar lo justo de lo injusto?.
- Señor, para mi lo injusto es lo que daña a mi prójimo pudiendo evitarlo.
- ¿De donde sacaste eso niño?
- Mi mamita me lo enseño. Y yo he aprendido a respetarla y a poner en práctica lo que ella me ha enseñado.
- Bien, eres un buen niño, pero te falta aprender modales. ¿Y tu padre?, ¿Acaso ha muerto también?

- Mi mamá me dijo que las personas mueren cuando dejan de dar cosas. Que envejecen cuando dejan de aprender. Por lo visto él ha muerto.
De repente un auto muy lujoso se estaciona en el destino donde el tren hace minutos a partido. El chofer del mismo baja rápidamente y dirijiéndose al cliente con una reverencia le dice: - Discúlpe la demora gobernador, es que he tenido un problema con el auto.
- ¡No aprendo a escuchar escusas!, ¡usted es un inútil!.
A Felipe le vuelve a envolver el miedo. Y tartamudeando le dice: - ¿Go, go, gobernador?
El chofer mirando a Felipe, le pregunta al Gobernador si el niño molestaba, meneando la cabeza informa que no.
- ¿Usted es el gobernador?, ¿cómo puede ser que el gobernador viaje en tren?.
- ¿Acaso no puedo?.
El chofer se dirije a la puerta trasera para permitirle el ingreso a su autoridad. Mientras el gobernador ya había ingresado su pié izquierdo al vehículo se detiene y se dirije al niño: - No me has dicho tu nombre pequeño.
- ¡Felipe! Señor. Mi nombre es Felipe.
- ¡Mira que casualidad! como usted señor. Opina el chofer.
- Felipe el Gobernador, sin hablar y con la mirada le indica lo desubicado de su comentario.
- ¿Señor usted también se llama Felipe?
- Así es. Retrucó.
Finalmente el Gobernador ingresó por completo a su auto, sube sus vidrios y con un gesto le ordena al chofer que conduzca.
Felipe se queda con una sensación amarga. Con un vértigo nuevo. De repente 50 metros adelante el auto ilumina sus luces rojas y se detiene, sacando su brazo por la venta el Gobernador le hace señas a Felipe que venga. Convencido que Felipe estaría viendo el auto. Cómo el niño había dado señas de ser muy inteligente no tenía dudas que lo estaba viendo.
Una vez dentro de la mansión del Gobernado, Felipe el chico miraba con total atención a cada detalle de aquella lujosa casa. Los mármoles estaban presentes en casi toda la casa.
Un regimiento de empleados de servicio salieron a su encuentro.
- Les presento a Felipe. Dijo con su primera sonrisa el Gobernado.
Todos alunísonos barajon la cabeza levemente en señal de reverencia.
Felipe fue adoptado por el Gobernador y nunca más se separó de su padre.
Nunca dejemos que las circunstancias te paralice, ni tus miedos que hablen por vos.
Presta mucha atención a las enseñanzas de tu padres. Y aunque ellos no estén, sigue manteniendolos vivos aplicando sus consejos. Ellos nunca moriran.
Felipe se retira de aquella vieja estación dónde alguna vez conoció a su padre adoptivo que tanto lo cuido y tanto amó. Hoy el anciano niño mirá la estación de su niñez.
Por: Leo Condorí

Mirando por primera vez

Desde la mansedumbre del sonido, a mi alma penetra lo dulce de mis pensamiento. Aquello que sonó hoy es mudo, aquello que una vez tuvo brillo propio hoy es inquilino. Arrebatador de ilusiones. Muerte y tempestad para la vida. Humillación de grandes. Ternura reprimida aniquila lo bello. Cansado de correr he visto desafallecer al justo y vitoriar al incensato. La muchedumbre desvela por aquello que detesta. Mansión de tempestades. Oportunidades resquebrajadas. Latitudes desiguales. La mansa calma de lo eterno. Lo minúsculo platónico. Derroche de pensamientos. Blancura de hermosos vestidos. Tezón escudo de mentiras.

Por este valle he de pasearme lentamente hasta esperar ver la luz que cruza tenuemente por sus límites. Arrebatador de fuerzas, donde las ilusiones yacen desnutridas del sol de la esperanza. Amores que llegaron. Insatisfacción desleal. Prisiones de arrebates espontáneos. Falsedad de falsos. Inequívos resto de alegría. Pérdida coloquial. Abatimiento de la especie.

Busco las fuerzas que una vez me empujaron a los más alto de aquel remolino juvenil. Sin dudas han dejado sus huellas en mi perecer tardío, enmascarador de realidades. Sentimientos falsificados por temores. Serénate le grito una y otra vez, más no parece escucharme. Cada vez se aleja más con la mirada triste pero con una falsa sonrisa sobre su mentón. ¡Mentiroso!

Brújula de vanidades. Pesar de pocos. Estrecho camino el elegido. Fuente te he de encontrar. Te someteré a mis eternos deseos y seré como la rama. Ley de absorto comportamiento. Tatuajes en el alma. Pulido frenético. Desgarro desde el rincón del imperdonable, deseos del cautivo, pensamientos del preso. Algún día será realidad.

Por: Leo Condorí

El día menos pensado...

"Voy mirando hacia mi destino y tengo miedo sea verdad. Cada vez más pienso en lo piadoso que fui, en lo piadoso que soy, ya lo seré. Cómo vástago mi alma deambula por los aires preguntando mi perecer cercano. Mecer de inquietudes, sosiego de mis debilidades, alma triste y solloza. Corazón sin fe. Vida dolida. Amanecer sombrío y eterno. Manecilla de la vida pronto cesará. Mente de grandes coraje de pocos.


Vértigo que subyace en la eterna mortandad. Deshielo de desilusiones. Puerta de dolor, amanecer de tempestades. Vigor perdido a fuerza de esclavitud. Enaltece mi prisión perpetua de perplejidades. Dinastía rota por la conciencia. Falso dios, roto y descosido, maldito. Sabana de desilusiones.

Fuente inagotable de excesos programados. Mirada oculta de los marginados. Renacimiento épico de héroes fallecidos. Relámpago de sosiego. Anestesia de ignorancia. Imperdonable subdesarrollo de lo impensado. Guía sin huellas. Fracazo de lo espontáneo. Desarraigo de ilusiones.

Pincel roto. Ventana estrecha. Luz deslumbrada. Cobija desdeñada. Endecha. Colina virgen. Mirada oscura. Sol fraterno. Peso andar, triste final. Feto parlachín. Coraza de cartón. Mesías sin sendero. Silencio.

El verdadero cumpleaños

Estaba en una panadería y hacia la fila correspondiente, yo me encontraba detrás de una madre con su hijo y mientras compraban una torta de repente el hijo muy intrigado le pregunta:

- Mamá, ¿para qué llevamos una torta?,
- Es para el cumpleaños de tu abuelo, dijo ella.
- ¿Qué significa cumplir años?, retrucó el nene.
- Que tenés un año más de vida hijo y así cerró el tema la madre.

Yo dije: "mmmm que respuesta tan simple para algo tan complejo", y pensé, así seguramente responderíamos casi todos nosotros. De ahí comienza mi análisis a días de mis supuestos "30 años"

Primero, ¿Que significa la palabra "año"?, año significa o deriva de la palabra anillo, y anillo viene de la palabra "annus", la palabra latina "annus" procede de una raíz indoeuropea que significa "ir, período que se va" en alusión al círculo que realiza la tierra hasta llegar a su punto de partida y así comenzar su camino circular nuevamente.

Es decir, "24 horas" tarda la tierra en girar sobre su propio eje, y tarda "365 días" en dar la vuelta completa alrededor del sol.

Entonces quiere decir que al "cumplir años" acabamos de dar la vuelta completa alrededor del sol según la unidad del tiempo que marca el calendario gregoriano que usamos.

Por un lado "cumplir años" significa que acabamos de dar una vuelta completa alrededor del sol, tomando como punto de partida el día que ingresamos físicamente al mundo.
Pero si tomamos esto como cierto, en realidad la fecha de nuestro "cumple años" debería ser tres meses después de nacer, ya que cuando lo hacemos estamos con 9 meses de vida. Entonces ¿Cuál sería tu "fecha de cumple años"? La mía sería el 03 de Marzo de 1981.

Todos nacemos con casi "12 meses" de vida así que TODOS nos estamos quitando un "año".

¿Qué es más importante el día en que comenzamos a tener vida? o ¿el día en que nacemos?, ¿cuál celebrarías?

Después que -seguramente- terminaste de calcular tu real fecha de nacimiento sigo con un poquito más de análisis que te va a seguir sorprendiendo.

EL TIEMPO
"El tiempo no pasa rápido, lo que pasa es que vivimos gran parte de nuestra vida muertos".

Acabo de termina de dar mi vuelta número 30 alrededor del sol y mi vuelta 10950 arriba de esta "calesita" terrestre. (Este número surge de multiplicar 365 "días" * 30 "años".) Y considero que cada vez que la tierra pasa por el lugar que estaba cuando nací, la cara del sol siempre me encuentra distinto y en progreso, para mi balance personal es muy bueno y motivador, esto es evolución, maduración, crecimiento, que vos estés gastando tu tiempo en leer estas líneas ya para mi es todo un logro.

Intento con esto hacerte despertar del letargo que la rutina nos provee. Que pienses y valores esto que alguien denominó como el TIEMPO. Eso que ni siquiera los más ricos del planeta pueden comprar. Que entiendas que para alcanzar un objetivo no existen los segundos, los minutos, las horas, los días, los meses, los años, las décadas, los centenarios, los mileños. Primero, porque nadie te asegura la cantidad de vueltas que vas a dar alrededor del sol. Y segundo porque un objetivo no se mide con una unidad de tiempo sino que se definen en CUMPLIDO o NO CUMPLIDO.

Determinación, pasión, compromiso lo encontramos únicamente dentro de la bolsa de la VOCACIÓN. Al ejercerla dejas huellas.
Aquellos que logran unir, VOCACIÓN+PROFESIÓN han dejado de trabajar desde ese mismo instante. La palabra TRABAJO viene de trabajar y esta del latín TRIPALIARE, TRIPALIARE viene de TRIPALIUM (tres palos). Tripalium era un yugo hecho con tres (tri) palos (palium) en los cuales amarraban a los esclavos para azotarlos. Por esto digo que dejan de trabajar.

Aquellos que tienen profesión por un lado y vocación por el otro. ¿¡¡Qué hacen ahí!!?, ellos realmente están trabajando.
En cambio cuando ejerces tu vocación no estás trabajando sino que estás entregando tu don. Tu don aquella sociedad que te tocó vivir y no es el dinero la unidad de medida que va a establecer la calidad, ni cantidad de tus entregas.

Por eso es mucho mejor ejercer tu vocación y no trabajar. Verás cómo se siente tu alma, disfrutando de la libertad para la que fuimos creados. Verás que tu hábitat es ese, te darás cuenta que las costumbres, ambiciones del propio ser humano han destruido la verdadera esencia del ser humano. Esa esencia que se traduce como un don particular e irrepetible para desarrollar y colaborar en el bienestar del prójimo, y cuando ejerces tu vocación te alejas del dinero, de la muerte, de lo tenebroso, te alejas de la codicia. Te alejas de todo sentido humano destructivo.

Conéctate con vos mismo y pregúntate que VERBO ejercerías en esta sociedad que te dé satisfacción, a tal punto que te moleste dormir porque de hacerlo tendrías que dejar de ejercerlo y por sobre todas las cosas pregúntate si lo harías ¡GRATIS! Si esas dos preguntas son acompañadas por un rotundo SI. Has encontrado tu vocación.

Cuando le hice esta pregunta a distintas personas me asombre por las respuestas, un Contador me dijo: Jardinero. Un programador me dijo: VETERINARIO. Y tu respuesta ¿cuál es?

Y recuerda que el mundo sigue girando sobre su propio eje y a su vez alrededor del sol, que "AMONRA" no te encuentre de la misma manera que estabas cuando pasaste la última vez.

Recuerda, si estás trabajando y deseas ejercer tu vocación, comienza a preguntarte que cosas harías gratis, una vez que tengas la respuesta, ponte en marcha, hazlo gratis, hazlo y verás cómo no podrás parar, va a llegar un momento que te encontrarás con el dinero, sin buscarlo, cuando lo encuentres dejarás tu trabajo y serás verdaderamente libre.
Por último, no importa la edad que digan que tenés aquellos que crearon la unidad del tiempo, recuerda que envejecerás cuando dejes de aprender, no dejes de aprender. Capacítate en tu vocación y no darás vueltas alrededor del sol de manera estéril, sino que te ramificaras y el día que el sol no te vea pasar más verá tus huellas y te recordará por siempre.
Por: Leo Condorí

Me va a tener que disculpar

Uno no puede andar por la vida reprobando a sus rivales y disculpando a sus amigos por el solo hecho de serlo. Tampoco soy tan ingenuo como para suponer que uno es capaz de sustraerse a sus afectos y a sus pasiones, que uno tiene la idoneidad como para sacrificarlos en el altar de una imparcialidad impoluta. Digamos que uno va por ahí intentando no apartarse demasiado del camino debido, tratando de que los amores y los odios no le trastoquen irremediablemente la lógica.

Pero me van a tener que disculpar, señores. Hay un tipo con el que no puedo. Y ojo que lo intento. Me digo: no puede haber excepciones, no debe haberlas. Y la disculpa que requiero de ustedes es todavía mayor, porque el tipo del que hablo no es un benefactor de la humanidad, ni un santo varón, ni un valiente guerrero que ha consolidado la integridad de mi patria. No, nada de eso. El tipo tiene una actividad mucho menos importante, mucho menos trascendente, mucho más profana. Les voy adelantando que el tipo es un deportista. Imagínense, señores. Llevo escritas doscientas sesenta y tres palabras hablando del criterio ético y sus limitaciones, y todo por un simple caballero que se gana la vida pateando una pelota.

Ustedes podrán decirme que eso vuelve mi actitud todavía más reprobable. Tal vez tengan razón. Tal vez por eso he iniciado estas líneas disculpándome.

No obstante, y aunque tengo perfectamente claras esas cosas, no puedo cambiar mi actitud. Sigo siendo incapaz de juzgarlo con la misma vara con la que juzgo al resto de los seres humanos. Y ojo que no sólo no es un pobre muchacho saturado de virtudes. Tiene muchos defectos. Tiene tal vez tantos defectos como quien escribe estas líneas, o como el que más. Para el caso es lo mismo. Pese a todo, señores, sigo sintiéndome incapaz de juzgarlo. Mi juicio crítico se detiene ante él, y lo dispensa.

No es un capricho, cuidado. No es un simple antojo. Es algo un poco más profundo, si me permiten calificarlo de ese modo. Seré más explícito. Yo lo disculpo porque siento que le debo algo. Le debo algo y sé que no tengo forma de pagárselo. O tal vez ésta sea la peculiar moneda que he encontrado para pagarle. Digamos que mi deuda halla sosiego en este hábito de evitar siempre cualquier eventual reproche.

El no lo sabe, cuidado. Así que mi pago es absolutamente anónimo. Como anónima es la deuda que con él conservo. Digamos que él no sabe que le debo, e ignora los ingentes esfuerzos que yo hago una vez y otra por pagarle.

Por suerte o por desgracia, la oportunidad de ejercitar este hábito se me presenta a menudo. Es que hablar de él, entre los argentinos, es casi uno de nuestros deportes nacionales. Para ensalzarlo hasta la estratosfera, o para condenarlo a la parrilla perpetua de los infiernos. Los argentinos gustamos, al parecer, de convocar su nombre y su memoria. Ahí es cuando yo trato de ponerme serio y distante, pero no lo logro. El tamaño de mi deuda se me impone. Y cuando me invitan a hablar prefiero esquivar el bulto, cambiar de tema, ceder mi turno en el ágora del café a la tardecita. No se trata tampoco de que yo me ubique en el bando de sus perpetuos halagadores, nada de eso. Evito tanto los elogios superlativos y rimbombantes como los dardos envenenados y traicioneros. Además con el tiempo he visto a más de uno cambiar del bando de los inquisidores al de los plañideros aplaudidores, y viceversa, sin que se les mueva un pelo. Y ambos bandos me parecen absolutamente detestables, por cierto.

Por eso yo me quedo callado, o cambio de tema. Y cuando a veces alguno de los muchachos no me lo permite, porque me acorrala con una pregunta directa, que cruza el aire llevando específicamente mi nombre, tomo aire, hago como que pienso y digo alguna sandez al estilo de Y, no sé, habría que pensarlo; o tal vez arriesgo un vaya uno a saber, son tantas cosas para tener en cuenta;. Es que tengo demasiado pudor como para explayarme del modo en que aquí lo hago. Y soy incapaz de condenar a mis amigos al tórrido suplicio de escuchar mis argumentos y mis justificaciones para ellos.

Por empezar les tendría que decir que la culpa de todo la tiene el tiempo. Sí, como lo escuchan, el tiempo. El tiempo que se empeña en transcurrir, cuando a veces debería permanecer detenido. El tiempo que nos hace la guachada de romper los momentos perfectos, inmaculados, inolvidables, completos. Porque si el tiempo se quedase ahí, inmortalizando a los seres y a las cosas en su punto justo, nos libraría de los desencantos, de las corrupciones, de las ínfimas traiciones tan propias de nosotros, los mortales. Y en realidad es por ese carácter tan defectuoso del tiempo que yo me comporto como la hago. Como un modo de subsanar, en mis modestos alcances esas barbaridades injustas que el tiempo nos hace. En cada ocasión en la que mencionan su nombre, en cada oportunidad en la cual me invitan al festín de adorarlo y denostarlo, yo me sustraigo a este presente absolutamente profano, y con la memoria que el ser humano conserva para los hechos esenciales me remonto a ese día, al día inolvidable en el que me vi obligado a sellar este pacto que, hasta el presente, he mantenido en secreto. Digamos que mi memoria es el salvoconducto para volver el tiempo al lugar cristalino del que no debió moverse, porque era el exacto lugar en que merecía detenerse para siempre, por lo menos para el fútbol, para él y para mí.

Porque la vida es así, a veces se combina para alumbrar momentos como ése. Instantes después de los cuales nada vuelve a ser como era. Porque no puede. Porque todo ha cambiado demasiado. Porque por la piel y por los ojos nos ha entrado algo de lo cual nunca vamos a lograr desprendernos. Esa mañana habrá sido como todas. El mediodía también. Y la tarde arranca, en apariencia, como tantas otras. Una pelota y veintidós tipos. Y otros millones de tipos comiéndose los codos delante de la tele, en los puntos más distantes del planeta.

Pero ojo, que esa tarde es distinta. No es un partido. Mejor dicho: no es sólo un partido. Hay algo más. Hay mucha rabia, y mucho dolor, y mucha frustración acumulada en todos esos tipos que miran la tele. Son emociones que no nacieron por el fútbol. Nacieron en otro lado. En un sitio mucho más terrible, mucho más hostil, mucho más irrevocable. Pero a nosotros, a los de acá, no nos cabe otra que contestar en una cancha, porque no tenemos otro sitio, porque somos pocos, estamos solos, porque somos pobres. Pero ahí está la cancha, el fútbol, y son ellos o nosotros. Y si somos nosotros el dolor no va a desaparecer, ni la humillación ha de terminarse. Pero si son ellos. Ay, si son ellos. Si son ellos la humillación va a ser todavía más grande, más dolorosa, más intolerable. Vamos a tener que quedarnos mirándonos las caras, diciéndonos en silencio “te das cuenta, ni siquiera aquí, ni siquiera esto se nos dio a nosotros”. Así que están ahí los tipos. Los once tuyos y los once de ellos. Es fútbol, pero es mucho más que fútbol. Porque cuatro años es muy poco tiempo como para que te amaine el dolor y se te apacigüe la rabia. Por eso no es sólo fútbol.

Y con semejantes antecedentes de tarde borrascosa, con semejante prólogo de tragedia, va ese tipo y se cuelga para siempre del cielo de los nuestros. Porque se planta enfrente de los contrarios y los humilla. Porque los roba. Porque delante de sus ojos los afana. Y, aunque sea, les devuelve ese afano por el otro, por el más grande, por el infinitamente más enorme y ultrajante. Porque aunque nada cambie allá están ellos, en sus casas y en sus calles, en sus pubs, queriéndose comer las pantallas de pura rabia, de pura impotencia de que el tipo salga corriendo mirando de reojito al árbitro que se compra el paquete y marca el medio.

Hasta ahí, eso sólo ya es historia. Ya parece suficiente. Porque le robaste algo al que te afanó primero. Y aunque lo que él te robó te duele más, vos te regodeás porque sabés que esto, igual, le duele. Pero hay más. Aunque uno desde acá diga “bueno, es suficiente, me doy por hecho”, hay más. Porque el tipo, además de piola es un artista. Es mucho más que los otros.

Arranca desde el medio, desde su campo, para que no queden dudas de que lo que está por hacer no lo ha hecho nadie. Y aunque va de azul, va con la bandera. La lleva en una mano, aunque nadie la vea. Empieza a desparramarlos para siempre. Y los va liquidando uno por uno, moviéndose al calor de una música que ellos, pobres giles, no entienden. No sienten la música, pero van sintiendo un vago escozor, algo que les dice que se les viene la noche. Y el tipo sigue adelante. Para que empiecen a no poder creerlo. Para que no se lo olviden nunca. Para que allá lejos los tipos dejen la cerveza y cualquier otra cosa que tengan en la mano. Para que se queden con la boca abierta y la expresión de tontos, pensando que no, que no va a suceder, que alguno lo va a parar, que ese morochito vestido de azul y de argentino no va a entrar al área con la bola mansita a su merced, que alguien va a hacer algo antes de que le amague al arquero y lo sortee por afuera, de que algo va a pasar para poner en orden la historia y las cosas sean como Dios y la reina mandan, porque en el fútbol tiene que ser como en la vida, donde los que llevan las de ganar ganan, y los que llevan las de perder pierden. Se miran entre ellos y le piden al de al lado que los despierte de la pesadilla. Pero no hay caso, porque ni siquiera cuando el tipo les regala una fracción de segundo más, cuando el tipo aminora el vértigo para quedar de nuevo bien parado de zurdo, ni siquiera entonces van a evitar entrar en la historia como los humillados, los once ingleses despatarrados e incrédulos, los millones de ingleses mirando la tele sin querer creer lo que saben que es verdad para siempre, porque ahí va la bola a morirse en la red para toda la eternidad, y el tipo va a abrazarse con todos y a levantar luego los ojos hacia el cielo. Y hace bien en mirar al cielo, porque no sé si sabe, pero ahí están todos, todos los que no pueden mirarlo por la tele ni comerse los codos.

Porque el afano estaba bien, pero era poco. Porque el afano de ellos era demasiado grande. Así que faltaba humillarlos por las buenas. Inmortalizarlos para cada ocasión en que ese gol volviese a verse una vez y otra vez y para siempre en cada rincón del mundo. Ellos volviendo a verse una y mil veces hasta el cansancio en las repeticiones incrédulas. Ellos pasmados, ellos llegando tarde al cruce, ellos viéndolo todo desde el piso, ellos hundiéndose definitivamente en la derrota, en la derrota pequeña y futbolera y absoluta y eterna e inolvidable. Así que, señores, lo lamento. Pero no me jodan con que lo mida con la misma vara con la que suponen debo juzgar a los demás mortales. Porque yo le debo esos dos goles a Inglaterra. Y el único modo que tengo de agradecérselo es dejarlo en paz con sus cosas. Porque, ya que el tiempo cometió la estupidez de seguir transcurriendo, ya que optó por dejar que los ingleses tuvieran todavía los otros días de su vida para tratar de olvidarse de ese, al menos yo debo tener la honestidad de recordarlo para toda la vida.

style="font-size:85%;">De Eduardo Sacheri.
Excelente relato, sobre el gol de Diego a los Ingleses.